El Campo Tecnológico Tomás (CTT) se creó a principios de este año bajo tres grandes objetivos: educación, experimentación y sustentabilidad.
El
primero de ellos tuvo su gran bautismo con la jornada realizada el jueves
pasado en Carlos Casares, de la que participaron más de 700 alumnos de
secundarios de toda la provincia de Buenos Aires.
Lo que comenzó como un anhelo de la empresa Tomás Hnos se convirtió
en un objetivo mancomunado de más de 35 instituciones y empresas que se sumaron
a la propuesta, potenciando al máximo esta iniciativa.
“Todos sabemos que acá no vinimos a vender nuestras empresas, sino a
vender un futuro posible y sustentable para el agro de nuestro país. Y se lo
venimos a vender a quienes prontamente serán nuestros técnicos, ingenieros y
productores”, dijo el subgerente general de Tomás Hnos., Yari Murature, con una
emoción más que evidente.
Pero la apuesta no fue fácil: el clima metió la primera piedra y lo
que iba a ser una mega expo en la sede del Campo Tecnológico –unas 75 hectáreas
ubicadas a 3 kilómetros de Casares- debió mudarse a la Sociedad Rural local.
Pasadas las primeras horas de lluvia, finalmente el sol aportó su
granito de arena y los más de 700 estudiantes pudieron recorrer los 20 stands
con tecnología de última generación y participar de las demostraciones
dinámicas de maquinaria.
Así, las “semillas” de la próxima generación del campo argentino
conocieron tractores manejados por piloto automático, picadoras de última
tecnología, fertilizadoras a dosis variable, desmalezadoras, rotoenfardadoras,
se interiorizaron sobre el funcionamiento de un mixer, y vieron cómo la incorporación de los hijos en las empresas
familiares mejoró el negocio tradicional por la empatía de éstos con la digitalización.
Organizados en grupos y acompañados por sus profesores, los alumnos
también reconocieron los “otros” usos del drone, se enteraron de lo que
significa la agricultura de precisión y su aporte a la sustentabilidad,
conocieron el concepto de agricultura por ambientes, vieron cómo funciona un
monitoreo de plagas y enfermedades vinculado a una APP, se enteraron que existen
plataformas para optimizar la logística de traslado de los granos y se
entusiasmaron con las startup de e-commerce. Todo esto mientras se sacaban
selfies grupales y compartían por las
redes la experiencia de la Expo
en tiempo real.
Los estudiantes estaban en su salsa y su atención multidireccional
se empalagaba de conocimientos: la biotecnología y protección biológica de
semillas; el reciclado de residuos plásticos y silobolsas, se mezclaba con la
posibilidad de sumar la energía solar a la electricidad desde los techos de sus
propias casas y se “stackeaba” con la importancia del trabajo en red.
Mientras las universidades
les contaban sobre las múltiples oportunidades educativas que ofrecen las casas
de estudio públicas y privadas, la Fundación Producir Conservando se ocupaba de
“geolocalizarlos” dentro del sector agroindustrial y Aapresid junto al INTA les
mostraba que producir en forma sustentable en lo social, productivo y económico
es posible.
También el ministerio de Agroindustria de la provincia de Buenos
Aires contó la experiencia de escuelas de 6 municipios, donde se trabaja en la
producción de biogás como alternativa al tratamiento de desechos y la obtención
de energías renovables.
“Cuando fundamos el CTT teníamos un segundo gran anhelo: hacer que
esta experiencia pudiera ser replicable por otras empresas e instituciones. Hoy
podemos anunciar que no seremos los únicos y que esta apuesta por la educación
va a multiplicarse a lo largo de todo el país. La mecha está prendida”,
concluyó Sergio Degenhardt, coordinador general del proyecto en Tomás.