Mauricio Hirsch, el pueblo que se está recuperando

Alberto y Anahí decidieron revalorizar un antiguo almacén de ramos generales en Mauricio Hirsch (Carlos Casares, Buenos Aires) para devolverle al pueblo un lugar en donde sus habitantes se reunían, pero también piensan en hacer un hospedaje. Conoce la historia de un pueblo que supo tener 3000 habitantes y hoy, con menos de 100 piensa en su recuperación a través de la energía de una familia pionera.

Algo está gestándose en Mauricio Hirsch, algo bueno. Una mariposa azul sobrevuela los verdes pastizales a la entrada del pueblo. Dientes de león se trasladan por el aire, una liebre curiosa nos mira desde el monte, hasta los ladridos de los perros nos invitan a seguir adelante en un pueblo que parece vacío. Pero sin embargo, algo está naciendo. Incluso el sol ilumina con menos rayos, para hacer sombras más largas y crear un cuadro esperanzador.
Lo que está naciendo es la recuperación. Alberto y su esposa Anahí compraron un antiguo ramos generales de los años 20 y desde el 2007 lo vienen reciclando. Los locos y los cabezas duras cuando ven que algo es imposible, lo toman como una buena señal, y la pareja se tiró a la pileta, sabiendo que no había agua ni mucho menos pileta. “Queremos recuperar la historia. Esto lo hacemos para demostrar que podemos hacerlo, para que nuestros hijos sepan lo que alguna fue esto” Menos de 100 habitantes tiene el pueblo, llegó a tener 3.000 en la década del 40 y 50, cuando el tren llegaba hasta Mirapampa de un lado y del otro a Avellaneda, un gaucho en esos años podía cruzar toda la provincia desde este lugar. Tan necesario, los trenes.
“En los 60 dejó de andar el tren, en los 80 comenzaron los problemas, en los 90 llegó la ruta pero también la inundación, nadie podía entrar al pueblo, cuando bajó el agua, el asfalto en vez de traer progreso ayudó para que todos se fueran a Carlos Casares”, explica Alberto, entonces de esta forma cerró el circulo virtuoso de un oscuro plan perfecto que sentenció la suerte de miles de pueblos de todo el país. Pero caprichos de la historia, hoy se repite lo mismo que ayer, el pueblo nació por idea del Barón Mauricio Hirsch quien compró tierras en la zona para los colonos judíos, a cada uno les daba 50 hectáreas, luego estos se fueron para Buenos Aires y llegaron los tanos, después estos también se fueron y ahora el pueblo está como en 1913: no hay mucho, pero sobras las ganas de hacer.
La recuperación del Almacén de Ramos Generales es un episodio crucial en el pueblo porque es la primera idea que llega a concretarse en estos años de olvido. Es una bella historia, como el pueblo con sus callecitas florecidas. “No se vía nada porque el boliche estaba detrás de un espeso bosque. Hacía por lo menos treinta años que estaba abandonado, y comenzamos de a poco, cuando haces esto no es por dinero, todos los ahorros de nuestra familia están puestos acá” Esa obstinación, incomprensible para los que no están acostumbrados a soñar, es una herramienta necesaria y muy fuerte, tan fuerte que hasta produce cambios en la propia naturaleza. Cuando entramos al pueblo sentimos esa fuerza familiar de querer recuperar un espacio en donde todo el pueblo se reunía.
Mauricio Hirsch se ve empequeñecido. “El tiempo ha carcomido hasta las taperas”, manifiesta Alberto. Sin embargo, entre las casas abandonadas, hay niños que van a la escuela y maestras que los reciben con los brazos abiertos, una plaza con juegos, árboles frondosos, senderos que llevan al nacimiento de la misma pampa. “El pueblo quiere empezar a volver” en ese volver Alberto incluye a las ideas que se van charlando entre mate y mate: las ganas de abrir los dos clubes, la sociedad de fomento y amparados por el almacén que están recuperando, piensan que la gente de a poco volverá a hacerse casitas, el sueño de ver llegar nuevas familias es una quimera que los mantiene vivos. Pueblos como Hirsch incuban paz, sosiego y días calmos con luz radiante.
El bisabuelo de Alberto fue uno de los judíos pioneros, fundadores del pueblo, y ahora él, es pionero en la refundación del mismo pueblo. “Trabajo en el campo hay de sobra, pero lo hacen las máquinas. Con el almacén abierto quizás podamos darle movimiento al pueblo y generar algo de trabajo” La mirada de Alberto, quien está acompaño por su sobrino Ramiro no es fácil de olvidar. Esa mirada esconde la seguridad de la refundación, de algún modo, nada podrá doblegarlo. Los despedimos y recordamos lo que nos dijo, “esto no lo hacemos por el dinero, sino para compartir momentos con amigos y recuperar la historia” Algo está gestándose, algo bueno.

Por Leandro Vesco / Video: Juan Olivan / Fotos: Archivo El Federal