
“Soy
Ezequiel Cabrera. Categoría 88. Tengo 31 años. Usaba la hermosa camiseta 9 de
Quenumá para jugar en reserva. Sufrí un accidente muy grave que no me detuvo.
Siento que al destino hay que ganarle“.
Esta no es
una historia más para Cultural y Deportiva. Hace unos meses nos pusimos en
contacto con Eze para que nos cuente su historia. Así empezó, y así te la
contamos, en primera persona.
“1 de febrero de 2019. Me levanté como todos
los días para ir a trabajar. Preparé el mate, desayuné y me fui a prestar
servicios de policía a Trenque Lauquen. Mi vocación. Allí también estudiaba
profesorado de educación física. Pasaba mis días entre Trenque, Salliqueló y
Quenumá. Con mi familia y trabajando, hacía lo que me gustaba.”

“Es fuerte pero fue así. Inmediatamente, con
la sangre hirviendo y la adrenalina a cien mil por hora, busqué el teléfono,
llamé a emergencias y les dije que “estaba en la ruta, no sabía bien donde,
pero que me había cortado la pierna. Ahí si no recuerdo más nada. Me dormí y me
desperté al otro día saliendo de terapia intensiva.”
“Cuando abrí los ojos estaba rodeado de mi
gente, era el sábado 2. Estaba en terapia intensiva y ya no tenía la pierna.
Perdí cuatro litros de sangre y estuve al borde de la muerte. Pero ahí estaba,
vivo. Con mi gente, con mi familia y mis compañeros de Quenumá. La vida seguía.
Tenía otra oportunidad y así lo encaré.”
“Volví a Quenumá e inmediatamente la comisión
directiva y mis compañeros querían que siga formando parte del equipo. Por lo
que acompañé a los jugadores de Tercera y Primera desde el banco, con el cuerpo
técnico. Un día me propusieron forrmar parte de los 16 y entrar unos minutos,
quería volver a sentirme jugador.”
“El árbitro de ese partido no me lo permitió.
Iba a entrar cinco minutos, probablemente ni siquiera iba a tocar la pelota.
¿Cual era el problema? Nadie supo responderlo. Solo quería sentir que podía
hacerlo.”
“¿Me frustré? Por supuesto. Era una caricia al
alma poder volver. Siempre jugué en tercera, mis sueños eran los de cualquier
pibe de pueblo. Jugar al fútbol. Disfrutar de compartir un equipo con tus
amigos. Solo eso. El destino me cambió y ahora recibía otro revés de no poder
jugar. La vida seguía.”

“En este camino se me acercaron de muchísimos
clubes a apoyarme, a regalarme camisetas, cintas de capitán y darme la fuerza
necesaria para seguir.”
“Y en estos meses pasaron muchas cosas por mi
cabeza, pero como dije más arriba, al destino hay que ganarle. Esto es un
premio que me da la vida. Hoy en día me estoy rehabilitando en General Pico y
cargo fuerzas para volver los fines de semana a Quenumá.”
“El viaje de este fin de semana no será uno
más. Vuelvo para volver a ser el que
siempre fui, ese que con 31 años y con una pierna menos, aun se siente jugador
de fútbol.”
¡Éxitos,
Eze!
Fuente: Cultural y Deportiva