En tiempo de
tanta manipulación de la realidad y la información, es cada vez más notable
como una gran mayoría de personas van cayendo en una especie de desconfianza,
escepticismo y desánimo. Al comunicador
y periodista mismo, no se le hace fácil acceder a la realidad de los hechos
ante las presiones, los intereses y las perspectivas o puntos de vistas
sesgados. Y, por si fuera poco, más de un pensador afirma que no hay verdad o
no se la puede conocer.
¡Lindo
panorama…! ¿Qué y
cómo hacer para transitar esta complejidad y superar los
dilemas que se presentan a cada paso? Un camino cierto y audaz -y ciertamente
esforzado- es adentrarse en uno mismo, animarse a mirarse “en el espejo” y
descender hasta “los bajos fondos” de la propia intimidad. Quién esto intenta
una y otra vez, va aprendiendo a buscar y encontrar la realidad, va encontrándose con la verdad (¡la propia! lo cual no es
poca cosa). Es como una gimnasia que lo va acostumbrando y capacitando para, no
solamente conocer sino comprender la realidad exterior. La percepción de las
personas, los acontecimientos, sus posibles causas, etc. se va haciendo más
aguda y lúcida. Quién se ha animado a entrar en su propia alma y ha podido
procesar, asumir e integrar su propia historia, está también más ágil para
captar mejor la realidad que lo rodea. Entre otras cosas, porque no se deja
llevar o influenciar por prejuicios, pasiones y conveniencias parciales.
La necesaria y
apasionante tarea de buscar y comunicar la verdad comienza dentro de y con uno
mismo. Esta experiencia hace posible una renovada forma de comunicación,
superadora de esos callejones sin salida en los cuales ya está entrando el
trabajo periodístico de nuestro tiempo. El patrono inspirador y protector del
periodismo católico es san Francisco de Sales, obispo francés del siglo XVI,
prolífico escritor y divulgador. “Buen comunicador” diríamos hoy. De carácter
fuerte y apasionado, supo integrar virtuosamente razón, corazón y voluntad.
Indudablemente, este “trabajo interior” está en la base de su proverbial
capacidad de “hacerse entender”, expresarse y comunicar, de la cual tuvo fama
entre sus contemporáneos. En tiempos de tantos fascinantes medios de
comunicación aunque de dificultades para captar la realidad y llegar a la
verdad, su ejemplo e intercesión nos sirvan de motivación y estímulo para
buscar humilde, apasionada y sinceramente la realidad para, así, poder
comunicar la verdad honesta, positiva y esperanzadamente.
+ Monseñor Ariel Torrado Mosconi
Obispo de 9 de
Julio