Mensaje de fin de año de Mons. Ariel Torrado Mosconi
Agradecer
La
percepción del tiempo del cristiano no es una vivencia monótona y homogénea
sino una experiencia de lo temporal como “historia de la salvación”, única e
irrepetible que nos ofrece Dios para nuestra salvación. ¿Cómo ha sido el paso de Dios en mi vida en
este año que termina? ¿Cuáles han sido los acontecimientos lindos o dolorosos
más significativos? ¿Qué me habrá querido decir Dios a través de ellos? ¿Qué
aprendí?
Esta mirada
retrospectiva nos debe llevar a ser agradecidos por todo lo vivido a lo largo de
este 2018 y hasta por aquellos hechos no tan felices. A veces, puede haber
acontecimientos muy importantes como el nacimiento de un hijo, haber logrado un
paso significativo en los proyectos personales o familiares: haberse graduado
en los estudios, tener una nueva casa, haber dado un paso importante en la vida
profesional o de trabajo.
En otras
ocasiones, se trata de dones que vivimos cotidianamente y que no valoramos
suficientemente como: la salud, el amor de la familia y los amigos; y tantas
otras realidades que tal vez nunca las logramos valorar suficientemente hasta
que no las perdemos. Tal vez hayamos tenido hechos dolorosos como la pérdida de
un ser querido, una enfermedad que irrumpe inesperadamente en nuestra vida, un fracaso o una pérdida grave en el trabajo, o
tantas otras situaciones.
Todo lo que
acontece es adorable. En efecto, detrás de cada acontecimiento vivido está la
mano providente de Dios, nuestro Padre, que todo lo ordena para el bien de sus
hijos.
Cambiar
La
oportunidad para cambiar. Es tiempo para rectificar el camino, si juzgamos que
nos hemos equivocado. Es una ocasión propicia para empezar de nuevo en todas
aquellas cosas que no andan bien en nuestras vidas. Tener la humildad para
reconocer nuestros errores y animarnos a cambiar. Que bueno es ver el próximo
año como una verdadera oportunidad para volver a empezar. Debemos tener claro en que aspectos de
nuestra vida debemos mejorar y ponernos objetivos para el nuevo año.
Esperar
El comenzar
un nuevo año es tiempo de esperanza. Es tiempo para proyectar y para soñar.
Sólo estaremos más viejos el próximo año si ya no tenemos expectativas y deseos
de mejorar. En efecto, la esperanza es la virtud de los jóvenes. Los viejos ya
no miran más hacia delante. Por eso no importa la edad que tengamos, lo que
importa para mantener la juventud espiritual es tener siempre vivo el deseo de
ser mejores.