(Por Alejo
Perelló) Hacer un análisis contrafáctico sobre si podría funcionar o no un
megapaquete de medidas gradualistas de ajuste para los desequilibrios
macroeconómicos no tiene sentido a esta altura.
Desde la
asunción de la actual administración se buscó evitar lo inevitable. El ajuste
era inminente, pero se intentó dar una imagen al resto del mundo que no era. No
había plan gradual económico e institucional que sostuviera tantos años de
populismo y derroche doméstico
sin una economía en crecimiento sostenido.
En un primer
momento se resolvieron satisfactoriamente las cuestiones internas más urgentes,
pero desde ese entonces las diferentes gestiones, tanto Hacienda como el BCRA,
subestimaron hasta el primer trimestre del corriente año el contexto internacional.
A pesar de que el mercado pedía urgentemente el shock y las fichas del gobierno
estuvieron puestas en el propio mercado, no hubo ningún cambio estructural
fiscal, laboral ni de costos que repercuta de lleno en la producción genuina a
través de la reactivación económica y de la baja de inflación sostenida
mientras el mundo convive con inflación de un dígito exceptuando países en los
que algunos de ellos se encuentran en manos dictatoriales o en guerra civil.
Trump y sus
actos de proteccionismo sumada la guerra comercial con China, Brasil en crisis,
apreciación internacional del dólar y mercados emergentes en estado crítico
fueron un cóctel letal para una economía que buscó solo repuntar a través del
mercado financiero. Todo parecía marchar por el sendero correcto hasta el 28D.
La confianza que había ganado el gobierno de Mauricio Macri se desplomó luego
de dejar al desnudo la incidencia del poder ejecutivo frente a la autarquía del
BCRA. Dicha incidencia se reflejó en la corrida cambiaria comenzada en abril
que sepultó las expectativas inflacionarias previstas para el corriente y
próximos años, tal es así que la única opción para amortiguar el golpe y
disminuir el riesgo de default fue el FMI.
Al día de la
fecha, aún con un alto grado de volatilidad, el tipo de cambio muestra cierta
estabilidad luego de haber licuado el excedente monetario de la economía.
Siempre y cuando no se busque acelerar de forma artificial la disminución de
inflación y el nivel de actividad retrasando el tipo de cambio, es decir, sosteniendo
un nivel de tasa de interés más compatible con el piso de la banda de no
intervención impuesto por el BCRA que con el techo, se debería notar el impacto
directo tanto en los sectores exportadores como en los sectores del mercado
interno en competencia directa frente a los importadores.
La política
fiscal contractiva y la política monetaria de control de agregados monetarios
restrictiva acordada con el FMI, esto es, déficit 0% y crecimiento nominal
cero, respectivamente, permitirían que se alcancen los niveles de riesgo país
previos a la crisis para así permitir a las carteras internacionales invertir
nuevamente en la Argentina.
A partir de
estas medidas se espera un impacto visible del repunte económico a finales del
segundo trimestre del 2019 luego de haber percibido los efectos del tipo de
cambio sobre el turismo interno y en caso de que factores naturales
extraordinarios no se interpongan, el aumento en el nivel de actividad agrícola
con precios relativos más favorables para la exportación y la inversión