A 26 años de la muerte del “Toro” Mouras


Se consagró en la década del '80, ganando tres campeonatos seguidos que perdio la vida en un accidente en el autódromo de Lobos un 22 de noviembre de 1992. Con tres títulos ganados, el piloto es considerado uno de los históricos del Turismo Carretera.


El 22 de noviembre de 1992, el circuito semipermanente de Lobos se llevó la vida de una de las máximas figuras de la historia del Turismo Carretera, Roberto José Mouras, ídolo de Chevrolet, que fue además tricampeón con Dodge.
La fatalidad, fiel aliada de los riesgos del automovilismo, se devoró aquella mañana la vida del Toro o el Príncipe, como se lo conocía en el ambiente, cuando marchaba rumbo a una nueva victoria en la categoría más popular del mundo motor argentino.
Con su espíritu ganador y combativo, Mouras se la jugó en el trazado bonaerense en pos de descontarle puntos a Oscar Aventín, por entonces líder del campeonato. La ruta 205 fue el escenario de la tragedia, cerca del cruce con la 41, donde una multitud presenció con incredulidad cómo un montículo de tierra frenó a la Chevy de Mouras, que venía a 230 kilómetros por hora y descontroló su curso al reventarse una goma delantera.
El golpe fue seco y escalofriante, como lo fue el silencio de los miles de fanáticos que presagiaron en ese momento lo que nadie quería: el final de la vida de un enorme piloto de 46 años, que sólo quería ganar la carrera y su cuarto título de TC.

Roberto José Mouras había nacido el 18 de febrero de 1948 en Moctezuma, pero por cuestiones laborales, su familia se trasladó a una ciudad cercana, Carlos Casares, donde afincó sus sueños de futuro campeón. Tuvo su paso fugaz como futbolista del club de la ciudad, donde se desempeñaba como un rústico número cuatro, pero fue la música de un motor de carrera lo que le provocó una verdadera seducción.
Se inició en las cuadreras de la zona con un Chevrolet 400, después llegó el Turismo Anexo J con un Torino marrón metalizado y en el '74 se subió por primera vez a un podio de TC en el autódromo municipal de Buenos Aires, cinco años después de su estreno en la divisional con Torino.
En aquel 1974 había comprado su primera Chevy, que se transformó más tarde en la emblemática "7 de Oro", con la preparación de Jorge Pedersoli y Omar Wilke. Con ella enhebró seis victorias consecutivas, récord aún vigente en TC.
En 1979 pasó a Dogde y obtuvo tres campeonatos seguidos: 1983, 1984 y 1985. Un año después regresó a Chevrolet para consolidar su identificación con la marca del moño.
Mouras ganó post morten la carrera de Lobos y sumó 50 triunfos en TC, detrás Juan Gálvez, nueve veces monarca y máximo ganador con 56 victorias.
Fuente: Télam

"No es cierto, Toro, no es cierto"


La crónica de su deceso, en No es cierto, Toro, no es cierto… firmada por Alfredo Alegre y publicada en El Gráfico nº 3816 del 24 de noviembre de 1992.

“José María Romero seguía en el camino y en los relojes a Mouras. Estaba a sólo 30 centésimas de la punta cuando sucedió el accidente. Antes de precipitarse en un llanto incontrolable, el Chueco habló del reventón de la goma delantera izquierda como causa excluyente del drama.
Trescientos metros antes del cambio de mano, los autos se tiran hacia la izquierda de la ruta e inician la frenada. ´A ese lugar se llegaba a 230 y pico -explica Eduardo Ramos-, pero había viento de cola, así que podrían ser más´. A causa del estallido, la inmediata desestabilización sacó la máquina del camino, hacia la banquina de la izquierda. El Chevy se inclinó y sobrevino un choque fortísimo, implacable, mortal contra un talud de tierra que había en la banquina. La puerta de Mouras, debido a la inclinación del auto, pegó plena contra el montículo.
´De allí salió haciendo trompos -cuenta Carlos Rivas, coordinador de Carburando-, lo vi en el camión de exteriores, el director de cámaras enseguida poncheó y las imágenes empezaron a aparecer en las pantallas´.


Hay una pregunta fundamental. En la pista y por televisión se advierte que la violencia del impacto pudiera provocar el trágico epílogo. La respuesta está en boca del doctor Atilio Galeotti, jefe de guardia del Hospital de Lobos, donde ingresó el cuerpo inerte de Mouras a las 13.20. ´Mouras murió en forma instantánea. No pudimos hacer absolutamente nada porque sólo recibimos su cadáver. El trámite fue muy rápido. Ni siquiera se hizo autopsia, la Policía se encargó de un diligenciamiento veloz para que pudieran trasladar el cuerpo a Carlos Casares. Con las limitaciones del caso, tengo la impresión de que el fallecimiento se produce por el llamado síndrome del látigo. El auto venía a una velocidad muy alta, de pronto el golpe contra el talud genera una abrupta y brutal desaceleración, y la cabeza va hacia adelante. Al volver, se produce la muerte por la fractura de las vértebras cervicales. Se registró una brusca flexión de la columna que le quitó la vida. El resto del cuerpo de Mouras sólo presentaba una polifractura en el brazo izquierdo. La hinchazón que presentaba en el cuello también delata que la causa del deceso estuvo en las cervicales´.
El Chevrolet, con el fuerte golpe sobre el lado izquierdo, completó tres giros y medio y quedó detenido sobre el asfalto, en dirección contraria a la carrera. Una mancha roja, el cuerpo de Mouras envuelto en su buzo antiflama, inclinada sobre el volante, delataba lo irreparable. Pasan los pilotos todavía a velocidad. Todos, menos uno…
´Había roto un balancín y luego una válvula -relata Lalo Ramos-, así que venía lentamente hacia los boxes cuando vi el auto. Puse primera para pasar despacio y lo miré a Roberto, inclinado, inmóvil. Estaba hecho un trapito…´
Pocos instantes después arribarían los bomberos voluntarios de Lobos, con un médico que hizo el postrer intento de la reanimación. Cali y su cámara de televisión también llegan a la banquina de la 205. Ya no está el cuerpo de González, al que han extraído en primera término, con los oídos sangrantes y fractura de cráneo. Mouras está tirado en el piso. Le aplicaban masaje cardíaco, luego un electroshock. No reacciona. Llega la mascarilla de oxígeno. Nada cambia. Más de mil personas se han reunido en el lugar. No pueden atravesar una zanja repleta de agua y esperan, angustiados. Cali y su cámara enfrentan al doctor Zurita, de la ACTC. `El estado de Mouras es muy serio´, responde. Pero sabe que está muerto.
 (…)
El drama tuvo un correlato burocrático del que nadie se acordará, pero que dejó la causa, caratulada como `muerte en accidente automovilístico´, en manos del juez Guillermo Labombarda, titular del Juzgado Correccional 1, de la provincia de Buenos Aires, departamento Judicial de La Plata. Es que los arreglos posteriores al desenlace fueron tan vertiginosos como las causales que la precipitaron. Apenas dos horas después de que dejara de latir el corazón de un grande del automovilismo argentino, partía hacia su Carlos Casares natal el lúgubre cortejo, que incluía el cadáver de Roberto Mouras y el auto maltrecho. Le faltaba la puerta del piloto, tenía la luneta trasera rota y el torpedo abollado en la parte baja del lado derecho. Aun en ese estado, fue declarado ganador de la prueba, con nueve vueltas computadas. Mouras murió ganador…
La ACTC ofreció su casona de la calle Bogotá para el velatorio. Sus amigos prefirieron hacerlo en Carlos Casares, la tierra en la que amó y soñó, en la que había festejado sus triunfos. El ataúd que contenía los restos del piloto fue depositado en el edificio de la Municipalidad cerca de las 19 del mismo domingo. En el mediodía de lunes, Roberto Mouras fue sepultado. Su deceso le provocará a la actividad la misma paralizante conmoción que en su momento se sufrió con la muerte de Juan Gálvez. Ambos cayeron de la misma manera. La gloria los cubre en el recuerdo.”