Más de 6 mil personas se trataron por adicción al juego en menos de 10 años

Así surge del último relevamiento elaborado por el programa provincial de asistencia al ludópata. En los primeros tres meses de este año ya hubo más de 200 llamados pidiendo ayuda. Las máquinas tragamonedas, el juego más adictivo en territorio bonaerense.

Los números hablan solos: la provincia de Buenos Aires tiene, por un lado, 3.070 agencias oficiales de lotería, 46 bingos, 46 oficinas de apuestas hípicas, 11 casinos, 5 hipódromos y 21 mil máquinas tragamonedas. Y por el otro, un drama acaso potenciado por esa oferta y que en poco menos de una década generó que más de 6 mil personas tuvieran que pedir ayuda y tratamiento por la adicción furiosa que generan los juegos de azar.

En tiempos donde las apuestas online ganan espacio y las llamadas “maquinitas” se multiplican como panes y peces bíblicos, quienes sufren de ludopatía parecerían atravesar un escenario cada vez más difícil y contradictorio en el largo camino hacia su recuperación.
“De alguna manera se trata de una doble moral”, sentencia la psicóloga Mariela Vico Díaz, especialista en conductas adictivas y para quien la oferta de casinos, bingos, máquinas tragamonedas y lotería se multiplicó a niveles que “ponen al descubierto que para el Estado, a veces, es más importante recaudar que velar por la salud de la población”.
Discutible o no, contradictorio o no, así como el Estado agrupa esa oferta lúdica también ofrece, al mismo tiempo, el llamado Programa Provincial de Prevención y Asistencia al Juego Compulsivo, donde las líneas de atención reciben cada mes un promedio de cien llamadas de personas que piden ayuda por la adicción compulsiva al juego. Este sistema se puso en marcha en septiembre de 2005 y, desde entonces, el servicio atendió como se dijo a más de 6 mil personas.
“Uno de los principales objetivos de este servicio es prevenir a la población de las consecuencias del juego patológico”, explica Julieta Cahe, a cargo del programa provincial.
La ludopatía ha sido definida como un impulso de carácter irreprimible, que se concentra en el juego de apuestas. Se manifiesta aunque exista conocimiento de los perjuicios que origina y es más fuerte que el deseo de inhibirlo. Por lo tanto, se trata de una perturbación en la capacidad de control del sujeto que tiene semejanza con las adicciones, si bien en este caso no hay ingestión de sustancias
Quienes abordan la problemática aseguran que, aunque compleja, la ludopatía es una patología que puede curarse, y que esa recuperación comienza con el propio tratamiento. Para lograr resultados positivos, se asegura, lo aconsejable es que intervenga un psiquiatra, que es el profesional adecuado para detectar la patología de base y tratarla.
Según los datos que maneja el programa provincial, entre los jugadores la mayor adicción está referida a las máquinas tragamonedas con el 64% de los casos, seguida de lejos por la ruleta electrónica con el 13% y, más atrás, con el 9%, la ruleta común (ver gráfico).
Al tratamiento llega un arco de pacientes que va desde los 18 hasta los 80 años, pero son los cuarentones la franja más vulnerable a la ludopatía. Los más jóvenes, se apunta, son los que se vuelven adictos mediante Internet, un factor que preocupa cada vez más a los especialistas.  

Como la mayoría de los adictos, los jugadores compulsivos llegan casi obligados a la instancia de rehabilitación, porque sus familiares insisten. Según estudios sobre el tema, entre el 1 y el 2% de la población está predispuesta a la ludopatía. La contención de familiares y amigos, explican quienes trabajan en el tema, es clave para llevar al adicto a iniciar un tratamiento. En el programa provincial el primer paso consiste en una serie de entre 4 y 6 entrevistas personales para la elaboración del diagnóstico. Luego comienza un proceso de tratamiento grupal, que puede demandar varios años. Allí se inicia el alejamiento de las salas de juego y tal vez una de las etapas más difíciles del plan de recuperación de la persona. Y es esperable: el ludópata tiene un impulso inconsciente a quedarse sin nada. Por eso la tarea de los profesionales es detenerlo a tiempo. Y por supuesto: lograr que no siga perdiendo.