Angustias
de la sociedad
1 -La sociedad vive con dolor y
preocupación el crecimiento del narcotráfico en nuestro país. Son muchos los
que nos acercan su angustia ante este flagelo. Nos conmueve acompañar a las
madres y los padres que ya no saben qué hacer con sus hijos
adictos, a quienes
ven cada vez más cerca de la muerte. Nos quedamos sin palabras ante el dolor de
quienes lloran la pérdida de un hijo por sobredosis o hechos de violencia
vinculados al narcotráfico.
2 - Sabemos que este problema es un
emergente de la crisis existencial del sentido de la vida en que está sumergida
nuestra sociedad. Se refleja en el deterioro de los vínculos sociales y en la
ausencia de valores trascendentes.
3 -Cuando este mal se instala en los
barrios destruye las familias, siembra miedo y desconfianza entre los vecinos,
aleja a los chicos y a los jóvenes de la escuela y el trabajo. Tarde o temprano
algunos son captados como ayudantes del “negocio”. Hay gente que vende droga
para subsistir, sin advertir el grave daño que se realiza al tejido social y a
los pobres en particular.
4 - Es alarmante la expansión de las
llamadas drogas sintéticas, que se distribuyen en diversos espacios festivos, y
nos duelen las conductas autodestructivas en adolescentes o jóvenes que
consumen diversas sustancias.
5 - Lo que escuchamos decir con
frecuencia es que a esta situación de desborde se ha llegado con la complicidad
y la corrupción de algunos dirigentes. La sociedad a menudo sospecha que
miembros de fuerzas de seguridad, funcionarios de la justicia y políticos
colaboran con los grupos mafiosos. Esta realidad debilita la confianza y
desanima las expectativas de cambio. Pero también es funcional y cómplice quien
pudiendo hacer algo se desentiende, se lava las manos y “mira para otro lado”.
Necesidad
de medidas urgentes
6 - La Argentina está corriendo el riesgo
de pasar a una situación de difícil retorno. Si la dirigencia política y social
no toma medidas urgentes costará mucho tiempo y mucha sangre erradicar estas
mafias que han ido ganando cada vez más espacio. Es cierto que el desafío es
enorme y el poder de corrupción y extorsión de los grupos criminales es grande.
Pero no es verdad que “nada se puede hacer”.
7 - La complejidad de este tema es tal
que solo será abordado eficazmente por medio de amplios consensos sociales que
deriven en políticas públicas de corto, mediano y largo alcance. Pero perseguir
el delito es tarea exclusiva e irrenunciable del Estado. Recogemos también la
preocupación por la desprotección de nuestras fronteras, y por la demora en dotar
de adecuados sistemas de radar a las zonas más vulnerables.
Lamentamos que el organismo del Estado
dedicado a coordinar las políticas públicas en esta materia (SEDRONAR) lleve
tantos meses sin tener su responsable designado.
Pasión
por el bien
8 -Muchos centros educativos, clubes
barriales y diversas ONG colaboran en la educación, prevención y asistencia a
las víctimas. Reconocemos gratamente la ardua tarea que se desarrolla desde la
Iglesia implementando en las diócesis la pastoral de adicciones, promoviendo la
contención de familias, el acompañamiento y la reinserción social de los
adictos. Valoramos de corazón el esfuerzo, la dedicación y la entrega de tanta
gente generosa que colabora en comunidades terapéuticas. No obstante, como
obispos somos conscientes de que no hemos sido suficientemente eficaces en
promover una pastoral que convoque y contenga a los adolescentes y jóvenes. A
su vez, seguimos alentando la creación de centros de asistencia para quienes
sufren la esclavitud de la adicción y les cuesta salir.
9 - Esta situación está dejando un tendal
de heridos que reclaman de parte de todos compromiso y cercanía. Jesús nos pide
que nos inclinemos ante quien sufre y que tratemos con ternura sus heridas.
10 - San Pablo nos enseña a “tener horror
por el mal y pasión por el bien” (Rm 12, 9). Por eso no debemos quedarnos
solamente en señalar el mal. Alentamos en la esperanza a todos los que buscan
una respuesta sin bajar los brazos:
A las madres que se organizan para ayudar
a sus hijos.
A los padres que reclaman justicia ante
la muerte temprana.
A los amigos que no se cansan de estar
cerca y de insistir sin desanimarse.
A los comunicadores que hacen visible
esta problemática en la sociedad.
A los docentes que cotidianamente
orientan y contienen a los jóvenes.
A los sacerdotes, consagradas,
consagrados y laicos que en nuestras comunidades brindan espacios de dignidad
humana.
A los miembros de fuerzas de seguridad y
funcionarios de otras estructuras del Estado que aún a riesgo de su vida no se desentienden
de los que sufren.
A todos los que resisten la extorsión de
las mafias.
Que
no nos roben la esperanza
11 - Es perverso vivir del sufrimiento y
de la destrucción del prójimo. Por eso anhelamos una justicia más eficiente que
erradique sin demoras la impunidad. Al mismo tiempo no dejamos de pedir la
conversión de los traficantes.
12 - A cada uno de los que han caído en
la droga, le decimos con el Papa Francisco: “Puedes levantarte, puedes
remontar; te costará, pero puedes conseguirlo si de verdad lo quieres. Tú eres
el protagonista de la subida, esta es la condición indispensable. Encontrarás
la mano tendida de quien te quiere ayudar, pero nadie puede subir por ti”.
13 – No dejemos que nos roben la
esperanza, ni que se la arrebaten a nuestros jóvenes. Cuidémonos los unos a los
otros. Estemos particularmente cerca de los más frágiles y pequeños. Trabajemos
por una cultura del encuentro y la solidaridad como base de una revolución
moral que sostenga una vida más digna.
Que el Señor nos ilumine y la Virgen de
Luján nos ayude a cuidar el presente y el futuro de la Nación.
Jornada
de ayuno y oración
Junto a las reflexiones que presentamos
el pasado viernes 8 de noviembre acerca del “drama de las drogas y el
narcotráfico”, queremos proponer al pueblo de Dios un gesto que acompañe esta
preocupación.
Para ello convocamos a todos los que
comparten nuestra Fe y a los hombres y mujeres de buena voluntad, a una jornada
de ayuno y oración, pidiendo a Dios Padre que mueva y sostenga los corazones y
las voluntades de quienes tienen en sus manos la responsabilidad de los
recursos de la Ley, para frenar la perversa y devastadora fuerza de las drogas.
Rogaremos también por la construcción de “una cultura del encuentro y la
solidaridad, como base de una revolución moral que sostenga una vida más
digna”, y por la conversión de los
narcotraficantes.
El día que proponemos para esta Jornada
es el 7 de diciembre, primer sábado de Adviento. Ese día, en las diócesis del
País, en las catedrales y santuarios, en las parroquias y capillas, se
celebrará la Santa Misa por esta intención, recordando especialmente a los
enfermos, a sus familiares y a los fallecidos por causa de este flagelo.
La oración es una expresión de confianza
dirigida a nuestro Padre Dios que siempre quiere lo mejor para sus hijos, y
conoce muy bien lo que padecemos y sufrimos cuando un niño, un joven o un
adulto pierden la libertad, la salud y hasta la propia vida por causa de las
drogas.
Que la Virgen María que nos cuida con ternura de
Madre, nos acompañe en este día.