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Lincoln: Ante la falta de respuesta del Municipio vecinos usurpan terrenos para viviendas

Así lo indica el diario La Posta del Noroeste, quien en una extensa nota, con los testimonios de quienes decidieron, a sabiendas del riesgo que podían correr, usurparon terrenos baldíos ubicados en cercanías del Club Rivadavia y empezaron a levantarse sus precarias viviendas.  Aducen que el Municipio, que hace 10 años que esta el mismo intendente prometió más de mil viviendas y solo ha hecho 400 y se han olvidado de las necesidades de la gente.
Seguidamente transcribimos la nota del diario, a la cual le hemos agregado los subtítulos a modo de dividir testimonios y temas.

Más de 120 familias ocuparon varios terrenos

 (La Posta)-Más de 120 familias ocuparon varios terrenos ubicados en la prolongación de la avenida 9 de Julio, en inmediaciones del club Rivadavia, a raíz de lo cual se inició una causa con intervención de la Justicia, ya que los lotes son de propiedad privada.
Según informaron fuentes a La Posta, la ocupación habría comenzado el sábado en horas de la tarde, cuando llegaron al lugar un grupo de mujeres con niños pequeños y, con el pasar de las horas, se fueron sumando más familias; mientras que por la noche ya estaban delimitados los lotes.
En tanto, anoche -al cierre de esta edición- había más de 120 familias ocupando el lugar y se estimaba que hoy podría haber novedades.
Ante esta situación, el sábado alrededor de las 22.30 horas se radicó una denuncia en la comisaría de Lincoln por parte de la familia del secretario de Obras Públicas, Luis Siri, que resulta ser propietaria de una chacra de 4 hectáreas que fue usurpada. Asimismo, se espera que los dueños del resto de los lotes ocupados inicien las acciones correspondientes.
En esta causa tomó intervención la Unidad Funcional Nº 9 de Resolución Alternativa de Conflictos Penales, a cargo de la agente fiscal Mirta Monclá.
Aprobado
La semana pasada, el Concejo Deliberante de Lincoln aprobó la compra un lote ubicado paralelamente a la calle Fortín Ancalú, a unos 200 metros de la avenida 9 de Julio, frente a la pensión del Club Rivadavia.
Allí estarían instaladas unas 15 familias. Los habitantes del lugar estarían divididos por dos realidades muy diferentes. Según pudo averiguar La Posta, algunos de los habitantes habrían “usurpado los terrenos” y otros los habrían comprado a una persona que no sería el propietario. Ante esta realidad, el intendente Jorge Fernández decidió comprar el terreno con fondos públicos para ponerle fin el problema, ya que ahora se realizará un plan de urbanización y se regularizará el dominio de las parcelas ocupadas.
Oposición
La iniciativa del Ejecutivo despertó diversas opiniones. En este sentido, el candidato del Frente Progresista, Manuel Solana, emitió ayer un comunicado en el que manifiesta: “Resulta incomprensible cómo si el Municipio tenía los fondos para comprar el terreno y para darle los materiales a los actuales ocupantes, no se organizó un plan de autoconstrucción con una amplia convocatoria y con una prolija selección de beneficiarios, previendo el acceso a los servicios básicos y en el contexto de una plan habitacional”.
En este sentido, agregó: “Por el contrario, a los apurones, legalizaron la usurpación de un terreno particular, sentando un peligroso precedente para el futuro, y demostrando la carencia de una política de viviendas”.

“Me van a sacar, pero con un tiro en la cabeza”

La temperatura máxima de ayer, en la ciudad de Lincoln, fue de 17 grados. El cielo estuvo parcialmente nublado, pero los intervalos de sol permitieron que los trabajos continuaran de la misma manera como lo habían hecho desde el sábado por la tarde. El tiempo es lo que más les preocupa a Juan José y a Vanesa. Uno vive de changas. Ella tiene 28 años, es ama de casa -casi una paradoja, porque no cuenta con una- y cuida de sus cuatro hijos: uno de 8, otro de 7, uno más de 5 y el más pequeño de 2. Pero las probabilidades de lluvia anunciadas para esta tarde son las que mantienen los ojos de este albañil de 34 años puestos en el cielo. Otra cosa no le importa. Está convencido, más allá de que desde hace tres días viva en una precaria casa de chapas, en un predio tomado. Todo lo demás corre por cuenta del tiempo, que esperan “que ayude”. “A mí, de la única manera que me van a sacar de acá es con un tiro en la cabeza”, aseguró Juan José a La Posta. Queda claro que está convencido.

Promesas Olvidadas
El lugar que ocupa esta familia -dicen- es mucho mejor que el stud en el que vivían. Demarcado ya, el terreno en el que se situaron mide 10 por 15 metros. Ahí montaron una casa de chapas desde el sábado pasado, después de las 16. “Lo que yo quiero es un terreno para poder hacer mi casa. No pido más”, comentó Juan José. Y no tardó demasiado en hacer que la bronca brotara desde su boca: “Cuando precisan el voto están. Después todos te corren la cara”. En época de elecciones, no sólo los políticos se acuerdan de los que necesitan. Ellos también recuerdan promesas incumplidas.
Las manos tensas que aprietan un cigarrillo y la necesidad de una vivienda hacen perenne la idea de que de ahí no se moverán. El predio de la prolongación de la Avenida 9 de Julio, justo frente al ingreso lateral de la cancha de Rivadavia, es un hervidero. Entra y sale gente. Todos con alambres y tenazas en las manos. “Yo no pensé demasiado. Me enteré de que la gente estaba ocupando los terrenos y vine. Lo necesitaba. Toda mi familia lo necesitaba”, arguyó Juan José cuando le tocó hablar sobre por qué está ahí y sobre cómo ve hoy este hecho toda la ciudad de Lincoln. Tan convencido está, que siguió trabajando en el terreno: puso un silobolsa en el techo de su casa porque tiene miedo de que esta tarde llueva. Es lo único que le preocupa.
Cuando las mil son 400
Durante las intendencias de Enrique Menarvino y Carlos Petroni se construyeron cerca de 900 casas. La gestión de Eduardo Mango, desde 1991 hasta el 2003, sólo logró paliar las necesidades de unas 500 familias. Durante la última década, el actual intendente, Jorge Fernández, anunció que el Plan Federal de Viviendas traería 1.300. En diez años sólo se hicieron no más de 400. La situación habitacional es una deuda indisoluble para todos los gobiernos de Lincoln. En los últimos diez años, esta situación recrudeció por los anuncios que nunca terminaron de llegar y por el silencio que el Ejecutivo local hace cada vez que se le pregunta. “De eso hay que hablar con Nación”, masculló Fernández en la última entrevista concedida a La Posta, cuando se le preguntó por todas las casas anunciadas que nunca se construyeron. Él trabaja para solucionarlo (ver aparte).
El sábado, cerca de las 15.30, ya estaban en su lote. O, por lo menos, la ilusión hizo que dijeran que es suyo. “Nos avisaron que estaban agarrando terrenos y nos vinimos”. Marcos tiene 26 años; su pareja, Laura, apenas 21. Con una bordeadora a explosión cortó el pasto y, también, como el resto, armó una casilla de chapas donde puso una carpa. “No tenemos terreno, vivimos todos apretados y por eso nos tuvimos que meter”, argumentó Marcos sobre su decisión. “Yo soy albañil y con lo que gano nunca puedo comprarme nada. Quiero tener hijos, quiero proyectar, pero sin una casa no puedo”, se quejó con un sesgo de razón. Él siente que su decisión será para mejor: “Antes no podía proyectar nada. Ahora, por lo menos, la plata que gastaba en alquiler la puedo poner en ladrillos y, por ahora, armarme de una piecita y así proyectar mi futuro”. Mientras, Laura lo mira y se ríe. Él quiere tener quince hijos.
Mas fuertes que el mal tiempo
Un grupo de vecinos se acercó y se puso a escuchar la charla. Sí le preocupan, como a Juan José, la lluvia y el frío. “Pero hay que aguantar”, asumió. Antes de ir al predio vivía con su pareja, en una casa donde se acomodaban otras once personas. Él, como otra de las tantas familias consultadas por La Posta, cree que no los van a sacar “por lo menos hasta después de las elecciones”.
Antonella tiene miedo, unos escasos 26 años y dos pibes: uno de cinco y otro de un año. Dice que le duele la panza desde el sábado a la tarde, cuando “tipo 3” se paró en lo que hoy es el espacio que habita. Estaba sola. Su marido trabajaba como empleado y no podía salir. Se enteró de lo que estaba ocurriendo en el predio y se fue, así como estaba, con lo puesto, al lugar desde donde ayer habló con La Posta. “Vivíamos en una casa con otras siete personas, no podíamos estar más así y menos teniendo chicos tan chiquitos”. Ella hablaba y no parecía ser tan joven. Estaba rodeada de parientes y amigas que aseguran que se van a quedar “acá, con ella, haciéndole el aguante”. Su pareja aún trabajaba, pero durante el fin de semana habían podido levantar su casilla. “Fuimos miles de veces a pedirle a la Municipalidad que nos ayuden y nunca tuvimos respuesta”, profirió Antonella. Sabe que el lugar no es suyo, pero quiere una solución para ella y su familia. “No pido que me den el terreno, quiero pagarlo”, esgrimió con precisión, y todas las demás contaron anécdotas de casilla y explicaron que hubo funcionarios y políticos de la oposición que pasaron a verlos, mientras tomaban mates. “El dolor de panza que tengo y el miedo de que nos vengan a sacar a la fuerza son impresionantes”.
Antes de irnos dejamos un teléfono por las dudas, a modo de contacto. Una hora después llamó diciendo que en el predio se comentaba que estaba llegando Gendarmería y que por favor se lo confirmáramos (ver aparte).
Una tarea que no para
“Permiso, somos del diario La Posta, veníamos a conversar un rato”. Así nos presentamos. Joaquín, hasta que no estuvimos delante de él, no se paró a saludarnos. Pero no fue descortesía. Estaba descansando, mientas tomaba unos mates a la sombra de su casilla, porque no para de trabajar desde el sábado a las 16, cuando ocupó su lugar. Las manos lo delataban. Estaban surcadas y resecas. Se había armado hasta una letrina. En ese momento, cuando llegamos, estaba solo. Él alquila y tiene una mujer, de 19 años, que está embarazada de cuatro meses. Como varios de los entrevistados, también es albañil. Piensa que su profesión va a ayudarlo a levantar su casa. “Yo prefiero meter la plata acá y no tirarlo en el alquiler”, aseguró, tan firme como cuando había decidido lotear su espacio. “Me la estoy jugando, eso lo sé muy bien y no sé lo que va a pasar. Pero, si no hacía esto, nunca iba a tener nada”, indicó casi ininmutable. A diferencia de otros de sus vecinos, quienes defenderán su espacio para que no los saquen de allí, Joaquín dijo que no piensa poner en riesgo su vida, “y mucho menos la de mi mujer”. ¿Entonces? “Esto es una ilusión y por ahora me quedo. Pero, si nos vienen a sacar, yo me voy a ir porque sé que esto no es mío”. Aunque sentenció: “Lo que yo necesito es una solución”. Como tantos otros.
Mujeres que se hacen fuertes
Tiene 40 años, tres hijos (9, 13 y 14 son sus edades) y está sola. Stella es una de las vecinas de Nélida, que dice tener cincuenta y pico. Atrás de ellas estaba otro grupo de mujeres que convive desde el fin de semana en el mismo lote, aunque más grande que el resto, pero que fue dividido para que entraran cada uno en una subporción. Nélida también tiene un hijo de 16, aunque ella tiene marido. Por ahora, la única calefacción que tienen es el rescoldo que queda de unos troncos. Había varios niños dando vueltas. Nélida fue la primera que habló. Es como la comadre del grupo. “Casi todos alquilábamos pero ya no se puede vivir más así porque, o pagás el alquiler, o comés”, contextualizó sin vacilar. El resto asintió y Stella aludió: “Hoy lo que importa es poder tener el terreno. Después, de a poco, levantaremos nuestras casas”. Para ella será un poco más difícil, porque volvió a remarcar: “Yo estoy sola, así que veré cómo hago”.
Las otras mujeres se acercaron de a poco. En un momento una de ellas se presentó como Gisella. Tiene un nene de un año y está con la panza que le explota. Ella también tiene pareja. “Antes vivía en una casa donde éramos doce personas. Esto hoy nos da la posibilidad de que podamos ir haciendo nuestro propio lugar”, comentó ilusionada.
Luego todas quisieron hablar. Se pisaron entre ellas. La necesidad de contar su historia se resumió en las historias de todas, y en sus necesidades básicas de tener un techo. Todas, absolutamente todas, dicen que, si les dan el terreno, lo van a pagar “peso por peso”. Mientras tanto se ayudan entre ellas.
Frenó un auto justo frente a su lote. Bajaron varios hombres y sacaron del techo del vehículo unos palos que seguro serían los que más tarde cubrirían con silobolsa o con chapas. Como el grueso de las familias que están en el predio y que, según contabilizan los propios vecinos, serían unas 200. Los hombres, por fin, habían llegado. Todos estaban al tanto del pronóstico y la lluvia. Habrá que esperar.
Frente al predio, por la vereda que da al costado del Club Rivadavia, bajo la sombra de altos árboles, dos mujeres vestidas de ropa deportiva y anteojos negros pasaban mirando como si enfrente hubiera un circo. Una de ellas le comentó a la otra: “¿Viste? Estos son los vecinos que vamos a tener ahora”.