Nieves Torres tiene 84 años. Hace un tiempo un hombre llamó a la puerta de su casa y le vendió bolsas para residuos. El jueves regresó y la estafó.
La señora
está sola durante algunas horas del día; su familiar más cercano es un hijo que
va y viene del campo donde trabaja. La casa está bien asegurada por una
puerta-reja que le permite atender a quien venga sin
franquearle la entrada.
“Salgo muy poco porque tengo dificultades para
caminar”, explica antes de detallar la descarada estafa de la que fue víctima.
El jueves,
“… como a las diez de la mañana, llamó un hombre y me dijo que venía de la
Municipalidad. Que tenía que cambiar el canasto donde se pone la basura porque
el que tengo no servía. Y si no lo cambiaba me iban a hacer una multa grande”.
Sigue el
relato: “Le pregunté cuánto salía y me dijo que diez mil pesos… le dije que era
muy caro, si cuando hicimos esta reja (la de la puerta) nos cobraron
novecientos… Tanto me dijo y tanto me amenazaba con la multa que me lo hizo
creer”.
Lo que sigue
es tan simple como doloroso. Nieves fue a buscar el dinero que había ahorrado
para operarse de la vista “un fajo así (y mide imaginariamente con el pulgar y
el índice) y un poco más y se lo dí todo. Me hizo un recibo de esos comunes,
azulcitos, y se fue diciéndome que hoy
el canasto nuevo iba a estar colocado.
“Es cierto
que yo a veces me olvido un poco de las cosas, pero no sé lo que me pasó, cómo
pude haber sido tan tonta”, se lamenta. “Enseguida me di cuenta que algo raro
había. Llamé a una radio, a mi hijo, pero ya era tarde” (Lamentablemente a la
señora no se le pasó por la cabeza llamar al 911, una posibilidad de que la
Policía lo hubiese visto por las cercanías de un barrio que no es de mucho
movimiento).
A Nieves,
además de la amargura “… lloré mucho, no pude dormir la siesta”, le cuesta
creer que “haya gente tan mala” como el inescrupuloso que la estafó.
Algunos
rasgos fisonómicos le han quedado grabados a Nieves. “Además me dijo que yo
tenía un hijo”, un indicio de que el sujeto puede haber espiado los movimientos
de la casa para calcular en qué momento ella estaba sola e iba a atender la
puerta. Se acuerda perfectamente que hace un tiempo este mismo sujeto llegó a
su casa vendiendo bolsas para residuos, trapos para piso, etc. Le contó que era
ex combatiente de Malvinas y ella le compró bolsitas a un precio prudente. “Se
lo dije: usted ya estuvo acá vendiendo bolsas, me lo negaba, pero era él, estoy
bien segura”.
Recuerda que
estaba vestido normalmente, que se mostró correcto pero muy firme con “la
multa” que le podía caer si no cambiaba el canasto, un canasto “… que lo hizo
mi marido con pedazos de ruedas y otras cosas del campo”.
Fuente:
La Opinión de Trenque Lauquen